viernes, 29 de abril de 2016

Y en mitad de la primavera...

A mediodía, caminando por el Muro, los auriculares en los oídos y una lista de canciones interminable, ecléctica y aleatoria en el móvil. Y de pronto empiezan a sonar las primeras notas de El Otoño de Vivaldi. Inesperadamente, mezclada entre Los Secretos, Josh Rouse, y Silvio. Las nubes en el cielo, en caída libre hacia el mar tiñéndolo de gris, un viento frío impropio y desnudo, y una sensación extrañísima. Como si de pronto me hubiera caído en un agujero de tiempo, y fuera incapaz de saber que estamos a finales de abril, que es primavera, porque en mi cerebro, con la inestimable ayuda del cielo nublado y la ausencia del calorcito que debería invitar a sandalias y  tirantes, llegaba el viento de finales de septiembre, las horas doradas de la tarde fugitiva, el olor de las manzanas en sazón. Era otoño en mi cabeza y tardé mucho rato en reconocer que pasado mañana empieza mayo y el verano (eso lo anuncia la presencia de los puestos de helado con su catálogo de sabores y especialidades) estará aquí con esa premura que cuando llegas a esta edad que una tiene, resulta, la verdad, bastante irritante.

martes, 26 de abril de 2016

Toc, toc... ¿Hay alguien ahí?

No. Aún no. El título es engañoso, porque esta entrada y otras más permanecerán en el reino de lo clandestino. Esta entrada, en realidad, es para mí. Es una reflexión y una pregunta.

No sé si sigue existiendo la blogosfera, o del mismo modo que el vídeo mató a la estrella de la radio, las redes sociales, tan rápidas, tan facilitas, se llevaron por delante la mayor parte de los blogs. Los que yo leía (aquella comunidad tan estupenda que llegamos a formar hace ya unos cuantos años) han permanecido de forma desigual, pero algunos siguen ahí. Y han crecido. Me gusta pasearme por ellos, aunque no deje comentarios. Volveré a hacerlo. 
Hoy es un día complicado. La posibilidad (tan real ya) de una nueva campaña electoral, me pone los pelos de punta. Demasiado implicada en lo personal, porque de no ser así, viviría la situación contemplándola con interés de entomóloga. Y hasta divertida. Pero no es el caso, claro. Y eso me lleva irremediablemente a un deseo de exilio, de ocultarme hasta después, de encuevarme. Por eso, a lo mejor, (y por otras tantas cosas) este blog. Para construirme una isla y traer aquí solo a aquellos que sepan de naufragios. Por la compañía. Por el calor. 
La huida. El refugio.